Los procesos que caracterizan el Antropoceno han conformado paisajes conflictivos y también aquellos que hoy valoramos, incluidos los llamados naturales. El paisaje contemporáneo es, por lo tanto, representativo del conjunto de procesos que definen nuestra época geológica o geohistórica. Y, por ello, quizá es tiempo de pensar en su carácter cultural y en alternativas visiones de futuro. ¿Cómo patrimonializar el paisaje del Antropoceno? ¿Qué argumentos y contraargumentos hay tras esta idea?
Con el cambio de milenio, el premio Nobel en química Paul Crutzen propuso el término Antropoceno para designar una nueva época geológica en la vida del planeta.1 De acuerdo con su argumento, no exento de debate, la evidencia científica ha demostrado que la humanidad es un agente de cambio geológico a escala planetaria al menos desde la Revolución Industrial. Pero más allá de la cuestión nominal, conceptual y de delimitación cronológica, el Antropoceno se ha revelado como un pujante vector crítico y político2. La reflexión sobre el Antropoceno se ha planteado en un buen número de investigaciones y acciones en diversos campos de estudio –de las ciencias, las humanidades y las prácticas creativas– y sus debates se antojan transversales.3
El Antropoceno, en su forma de paisaje, se despliega en múltiples realidades visibles e invisibles, materiales e inmateriales, degradadas o preservadas, e invita a examinar nuevas narrativas sobre el lugar y la historia.4 Como nueva perspectiva, también lleva a estudiar los valores naturales y culturales como acoples natural-culturales, híbridos, más que como dominios patrimoniales autónomos.5 Pero, sobre todo, el Antropoceno implica redefinir nuestra relación tanto con el pasado como con el futuro.6 Estas premisas han abierto una discusión densa y profunda sobre qué significa hoy conservar y cuidar el patrimonio y el paisaje.7 Y el debate en sí mismo no está exento de desafíos, obstáculos y contradicciones.
En este contexto, parece preciso interrogarse sobre qué formas de paisaje giran en torno a las ideas de irreversibilidad, resiliencia, hibridación, independencia o complementariedad entre la acción humana y la naturaleza. También cuestionarse qué significa construir «futuros alternativos» y cuáles son las «visiones de futuro» que permiten contribuir a la mitigación de, o adaptación a, la crisis global. Se podría además especular sobre las narrativas y las prácticas que permiten lograr una comprensión más profunda del problema que tenemos entre manos. Igualmente, interesa indagar en el territorio que se abre entre la filosofía del colapso y el cambio de paradigma hacia un futuro sostenible, rastreando los signos de los nuevos paisajes y las acciones a emprender desde las diversas áreas de conocimiento.